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Vals "Capricho"Ricardo castro
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"Cuando escuches este Vals"A.J. Garrido
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"Carmen" Juventino Rosas
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"Chin Chun Chan" María Conesa
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"Chini faena"Enrique Caruso
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"La Morondanga"Manuel R. Marpica
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Chistes de Ricardo Bell (Circo Orrín)
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"Sobre las olas" Juventino Rosas
- Año de publicación - 2023
- Época El Porfiriato
- México Año 1897 - 1910
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L a primera función oficial de cine que se presentó en México tuvo lugar el 6 de agosto de 1896 en el Castillo de Chapultepec. A ella asistieron el presidente Porfirio Díaz, su familia y amigos. Apenas habían pasado ocho meses desde que los hermanos Louis y Auguste Lumière presentaran en el Gran Café de París el invento del cinematógrafo, cuando éste llegó al país para documentar, desde entonces, el transcurrir de la vida mexicana.
P ara cuando el cine llegó Porfirio Díaz cumplía su cuarto periodo presidencial, que en aquel entonces, tenía una duración de cuatro años. El mandatario había llegado por primera vez a la presidencia en 1876 y tras un breve intermedio en el que gobernó su compadre Manuel González (1880–1884), aseguró para sí la reelección en siete ocasiones, gobernando al país durante veintisiete años consecutivos.
D urante su prolongada administración don Porfirio logró mantener la paz, después de más de cincuenta años de conflictos políticos, guerras intestinas e invasiones extranjeras que habían sucedido a la Independencia, lo que le permitió encaminar al país por la senda del progreso. Sin embargo, se trataba de una paz imperfecta basada tanto en la represión recurrente como en el consenso popular y un progreso disparejo que sólo beneficiaba a unas cuantas familias, manteniendo a la mayoría de la población viviendo bajo condiciones de pobreza y sin oportunidades.
E l Porfiriato fue una época de contrastes sociales y económicos que se reflejaban en todos los ámbitos de la vida cotidiana. Mientras que en la ciudad de México las clases acomodadas podían satisfacer su elegancia en tiendas que ofrecían productos importados –principalmente de Francia–, en el campo, miles de campesinos se encontraban sujetos al sistema de peonaje y al endeudamiento en las tiendas de raya de las haciendas. En tanto las familias acomodadas disfrutaban de la moda culinaria asistiendo a elegantes restaurantes franceses como el Sylvain, la fonda de Fulchere o a La Maison dorée, la gran mayoría de la población regía su dieta cotidiana con maíz, frijol, chile y pulque. Los contrastes se expresaban también en la levita que vestían políticos y hombres de negocios y el calzón de manta que uniformaba a los más pobres; en las mansiones y palacios que habitaba la aristocracia y en las chozas y vecindades en donde vivían los más pobres.
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A pesar de las diferencias que permeaban todos los ámbitos del país, los porfiristas tenían la certeza de que México se convertía en un país moderno y las obras de infraestructura, los progresos científicos, las inversiones extranjeras y nacionales, eran una prueba material y contundente del desarrollo que se vivía. Durante el gobierno de Díaz se construyeron miles de kilómetros de vía férrea, puentes, carreteras y puertos. Se instalaron líneas de telégrafos y comenzó a utilizarse el teléfono. Se fundaron bancos que hicieron posible el crecimiento de la agricultura, la minería, la industria y el comercio. Se construyeron escuelas, hospicios, hospitales, cárceles y manicomios. A las principales ciudades llegó la luz eléctrica y en la ciudad de México fueron sustituidos los “tranvías de mulitas” por los tranvías eléctricos. Y, al comenzar el siglo XX, ya se veía circular por las calles de las ciudades los modernos automóviles.
E l progreso científico y el desarrollo económico del país eran las principales preocupaciones de los artífices del México porfirista. Para llevarlos a cabo se consideraba indispensable la participación de la inversión extranjera. Sin embargo, aún cuando los “científicos” miraban más bien hacia Europa --tratando de compensar la influencia que adquiría Estados Unidos sobre la economía del país—y, a pesar de que el mismo don Porfirio hacía pública su preocupación ante el avance del poderío norteamericano al pronunciar su famosa frase de “pobre México tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”, la realidad fue que en lo que se refiere a las inversiones extranjeras directas (en ferrocarriles, minas, bancos, empresas de servicios públicos, industrias textiles y bienes raíces) Estados Unidos aportó la mayor parte del capital. La política de “buena vecindad” que mantenía el gobierno porfirista con Estados Unidos fue finalmente afinada por don Porfirio, al entrevistarse por primera vez con el presidente norteamericano William H. Taft en octubre de 1909; acto que fue ampliamente documentado por el cinematógrafo de la época.
A l comenzar el siglo XX las contradicciones sociales, la desigual repartición de la riqueza y, sobre todo, el anquilosamiento del sistema político, comenzaban ya a manifestar la necesidad de un cambio. En algunas ciudades se organizaron clubes liberales, a la manera del Club Liberal Ponciano Arriaga, y comenzaron a circular periódicos de oposición al régimen, tales como Regeneración, publicado por los hermanos Ricardo y Enrique Flores Magón. Estos fundaron, en septiembre de 1905, el Partido Liberal Mexicano (PLM), el cual logró una importante influencia en los primeros intentos de organización y lucha sindical de los obreros. Sin embargo, las huelgas de Cananea, en Sonora (1906), y Río Blanco, en Veracruz (1907), mostraron la intolerancia e incapacidad del gobierno porfirista para negociar y proponer soluciones a las demandas obreras. Ambas huelgas fueron reprimidas con violencia.
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H acia 1908, cuando don Porfirio tenía setenta y siete años, el país se vio envuelto en una recesión económica que se conjugó con un ambiente político inestable, producto de la preocupación provocada por las elecciones que se preparaban para 1910. Porfirio Díaz y su grupo de colaboradores habían envejecido inevitablemente. La edad promedio de ministros, senadores y gobernadores era de 70 años, lo mismo que la de los generales del ejército, quienes habían adquirido sus cascos de pico a la manera europea y usaban los bigotes largos y relamidos en concordancia con sus pertrechos y manuales militares europeos.
El propio Díaz, en 1908, en entrevista con el periodista norteamericano James Creelman, hizo una declaración que puso al descubierto la necesidad de una renovación de la actividad política. Díaz anunciaba entonces que ya era tiempo de un cambio, se había conformado una clase media y el país estaba listo para entrar en una era de libertades políticas. Anunció, asimismo, que se retiraría de la presidencia al finalizar su periodo en 1910 y que vería “como una bendición” que llegase a surgir en la república un partido de oposición.